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El secreto para que Dios nos escuche

Zacarías 7:8–14 (RVR60)

8 Y vino palabra de Jehová Zacarías, diciendo:

9 Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano;

10 no oprimís a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano.

11 Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

12 y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.

13 Y aconteció que, así como Él clamo, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová· de los ejércitos;

14 sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable.

El profeta Zacarías era un profeta dotado del Espíritu de Dios y hablaba palabra muy fuerte.  Los versículos anteriores proceden a una amonestación de parte de Dios cuando unos hombres enviados del pueblo Bet-el fueron hablar con los sacerdotes y profetas para implorar el favor de Dios.  En ese momento Zacarías recibe palabra de Dios y les deja saber al pueblo que por muchos años todo lo que habían hecho era para ellos mismos y no para Dios (ver Zacarías 7 1-7 ).

El nombre de Zacarías significa “Jehová se ha acordado”.  Zacarías repite en varias ocasiones la frase “lo que hablaron los profetas”, recordando que muchas de las cosas que hablaba, Dios ya las había hablado a través de Sus profetas. De igual manera, las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo que escuchamos hoy, son palabras que se han repetido por generaciones, mientras que algunos escuchan, otros simplemente no.

El oír es parte de nuestros sentidos y de los principales mecanismos de comunicación en conjunto con el hablar.  Para establecer una comunicación debe de haber un emisor (el que habla) y un receptor (el que escucha). Esta es la dinámica que debemos tener en nuestra relación con Dios, oramos sacando tiempo para hablar con Dios y de la misma manera escuchar su voz.

Ahora quiero hacer un contraste entre lo que es oír y escuchar, pues ambas son definidas de manera diferente con un propósito.  El oír significa percibir sonidos, pero el escuchar requiere que de manera voluntaria nos detengamos para prestar atención a lo que oímos.

Dentro de este contexto del escuchar, existen 3 tipos de personas.

  1. Los que no oyen ni escuchan – gente que por generaciones anda con el corazón endurecido en contra de Jesús y Jehová de los ejércitos. 
  2. Los que oyen – son aquellos que oyen la palabra y adquieren fe a través de ella, pero su vida dicta lo contrario, similar a la parábola de la semilla que cae entre espinos y la que cae en un terreno pedregoso. A este tipo de personas se dirigía Zacarías.
  3. Los que escuchan – son aquellos que prestan atención a la palabra de Dios y buscan obedecer haciendo Su voluntad, aunque no sea lo más placentero sobre la tierra, por ejemplo, los profetas de Dios.

Es un dato que la palabra escuchar en el lenguaje hebreo se utilizaba en ambos contextos de escuchar y obedecer, porque la una está estrechamente relacionada con la otra.  Ejemplo de esto es que, en el Antiguo Testamento, Dios reveló sus planes y propósitos a Israel por el uso de su “palabra” o su “voz” mediante sus mensajeros. Así la idea de obediencia está íntimamente relacionada con la palabra hebrea shama, “escuchar”. Tan entrelazados están el “escuchar” con el “obedecer” que los traductores frecuentemente se ven presionados para saber cuándo deben traducir shama como “escuchar” u “obedecer”. En la religión hebrea el genuino oír es sinónimo de obedecer. Si una persona no obedece, indica que realmente no ha oído.

En cuanto al evangelio, nosotros tenemos una gran responsabilidad para que la gente escuche la voz de Dios.

Romanos 10:10–17 (RVR60)

10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 

11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no ser· avergonzado. 

12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; 

13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, ser· salvo.

14 como, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 

15 Y cómo predicaran si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 

16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 

17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

No podemos olvidarnos que es escuchar, porque no debemos dejar de obedecer a Dios.  Acuérdate de aquellos tiempos en los que Dios:

  1.  escuchó tu clamor
  2. te sacó del lodo cenagoso
  3. te sacó de la miseria
  4. te sanó
  5. se glorificó en tu vida
  6. menciona las cosas que Dios ha hecho por ti

Mientras el mundo se deteriora peleándose por poder, nosotros esperamos por el Poderoso, pero para que Dios escuche nuestro clamor, debemos permanecer escuchando y obedeciendo Su palabra.

Para reflexionar:

  1. ¿Sabía que escuchar es sinónimo de obedecer?
  2. ¿Estoy obedeciendo la palabra que escuchó?
  3. ¿Sientes que Dios te escucha?

Oración:

Padre ayúdame a escuchar tu palabra para obedecerla, quiero ser hacedor de tu palabra para hacer tu voluntad y no la mía. AMÉN